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Nací en la Ciudad de México en 1954. Me convertí en escritora desde mi adolescencia, a las 16 ya no tenía duda de que yo era o poeta o cuentista. Empecé a publicar poemas. Soy novelista, poeta, dramaturga y en contadas ocasiones también he escrito ensayos. Mis primeras novelas tenían como protagonistas niñas. He trabajado después con distintos "mundos" -los más creaciones literarias o personajes históricos- usándolos como escenario y punto de partida para reelaborar mis obsesiones, mis demonios. Necesito contar historias como una manera de entender la realidad, con los años se me ha hecho mayor esta tendencia, y menor la meditativa. Pienso en activo, digamos, y en cada vez más activo: necesito la fábula, el cuento. Así he visitado el mundo de Moctezuma a la llegada de los españoles (Llanto, novelas imposibles), el de los piratas del Mar Caribe que soñaron con la utopía igualitaria y socialista de los Hermanos de la Costa (Son vacas, somos puercos), el de Cleopatra, convirtiéndola en un personaje mítico y llevándola donde las amazonas (De un salto descabalga la reina), el de la batalla de Lepanto y el mundo literario de Cervantes, hurtándolo también a él mismo para una escena de la novela (La otra mano de Lepanto) en una novela sinfónica, de muchas voces, novela río, homenaje y juego con los poderes literarios protagonizada por la Gitanilla de Cervantes, Preciosa, narrada con una voz tomada del aliento de esa época en un marco monumental donde aparece la batalla de Lepanto, la revuelta de las Alpujarras, los caminos de Europa en esos años en los que los personajes literarios se mezclan con los que son de carne y hueso.

No siempre trabajo con tópicos "históricos". Escribí una novela situada en un imaginario Tabasco, tierra de mi madre y de mi abuela, (Treinta años), otra en mi barrio de Brooklyn (La novela perfecta, pastiche de las novelas de literatura fantástica que yo amé como lectora joven, la escuela de Bioy Casares y Borges), una más en la ciudad de México de los ochentas (La Milagrosa). Para mí la novela es un territorio de exploración y fundación simultáneos, y la única manera de llevarlos a cabo es obligando al lenguaje a transportarnos. Mis novelas, como lo son muchas -desde El Quijote, no hay mejor ejemplo en todos sentidos- son metanovelas, pastiches, homenajes literarios, farsas y juegos y también narraciones tomadas con todas sus letras.

He tenido tres grandes golpes de suerte: leer y amar la lectura, contar con lectores generosos que han querido jugar con mis reglas y estar siempre escribiendo un libro.

Estoy días formo parte del cuerpo académico de City College. Tengo suerte de poder pasar parte de mi tiempo releyendo mis autores, descubriendo otros en el camino, verbalizando mis lecturas y viendo la reacción que provocan en otros lectores, para una escritora la experiencia es una mesa que alimenta y provoca, sobre todo porque en el marco de la ciudad de Nueva York siempre hay referentes de la vida colectiva que acotan, . Ahora a los fuis: Fui profesora visitante o distinguida de Columbia University, Georgetown University, SDSU; Cátedra Andrés Bello de NYU, Cátedra Alfonso Reyes de la Sorbona. Con quien fue mi compañero y es papá de mis hijos, Alejandro Aura, fui copropietaria de El cuervo, teatro bar en la plaza de la Conchita en Coyoacán, nos lo traspasaron Liliana Felipe, Jesusa y Horacio Costa -ahí estuvimos cuando los días inolvidables del terremoto del 85-, y de El hijo del cuervo, cuando nos echaron del local anterior, fueron centros culturales hasta que se los comió el negocio (exitoso) del bar, y yo abandoné la barca que ya hacía años conducía con timón perito mi hermano Pablo Boullosa. Algunas de mis obras de teatro han sido llevadas a escena (y recientemente una novela adaptada para el teatro, Antes). Tuve la suerte de trabajar con Julio Castillo, el gran director de teatro, con Jesusa en un momento dorado, con Liliana Felipe y Magali Lara y Marcos Límenes y Chac, entre otros, gente magnífica y genial, cerca de un grupo diría yo portentoso -lo son en mi memoria- de artistas que pasaron por los dos Cuervos (Eugenia León, Jaime López, Regina Orozco, Astrid Haddad, Andrés Bustamante, Gerardo Bátiz, Briseño, una larga lista). Todos esos años y los anteriores el mundo literario mexicano estaba ahí, como aquel dinosaurio de Tito Monterroso, de mis sueños a la vigilia, a mis sueños, a la vigilia.

Por temporadas hago libros de artista, me da por rachas. Tengo aún conmigo un rol de pruebas manual y algunas cajas de tipo móvil, heredé a Juan Pasco mis otras dos prensas, la pequeña Höhner, de palanca, y un rol de pruebas gigante Van Der Cook. Con esto pagué un poco la deuda, porque de él aprendí muchas cosas. Es un impresor genial, sus libros son joyas. Mi pequeño taller se llamó Tres sirenas. Los libros más recientes que he hecho en colaboración han sido con Philip Hugues, el artista inglés, y con Psiche Hugues, traductora. En mi mesa tengo alguno a medio hacer que sueño poder terminar un día de estos.

He sido feliz muchas veces e infeliz igual número de veces, soy mercurial. Tengo dos hijos, Juan Aura (productor ejecutivo del documental Chávez de Diego Luna) y María Aura (actriz, tal vez alguien la ha visto en Los Plateados de Telemundo o en Y tu mamá también de Cuarón, como la novia de Gael antes de desaparecer hacia Europa cuando era muy jovencita, y la verán pronto en Niñas Mal de Sariñana).

Mi marido es Mike Wallace, coautor del libro de historia de Nueva York, Gotham. Vivo con él en Brooklyn. Mi ciudad sigue siendo la de México, allá transcurren mis imaginaciones, mis memorias y mis vidas imaginarias, aunque a veces, por fuerza de los personajes, tengan que visitar otras latitudes.

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